Miedo, pánico, son sistemas de
defensa del cuerpo que nos pueden salvar la vida cuando estamos en peligro. Son sistemas de alarma que hacen que reaccionemos para salvarnos si al caminar por
la calle nos encontramos un toro. Pero qué pasa cuando experimentamos esas
sensaciones en el trabajo ,
en casa o en medio de una cena de amigos.
Los ataques de pánico o ansiedad
son episodios de temor intenso acompañado de síntomas físicos cuando no existe
una amenaza real que nos esté atacando. Estos ataques son inesperados y
repetitivos, a veces incluso se pueden dar varias veces al día. La vivencia que
se experimenta es muy desagradable llegando a generar, en una proporción muy
elevada, el miedo a que se repita, lo que hace que aumente la predisposición a
sufrirlo de nuevo cada vez que un estímulo relacionado con dicha situación sea
experimentado.
En las crisis de pánico se
interrelacionan continuamente tres factores: pensamientos, emociones y
comportamiento.
Síntomas de crisis de ansiedad o
ataque de pánico:
- Mareos, vértigos.
- Adormecimiento de extremidades.
- Rubor.
- Sudor y/o escalofrío.
- Dificultad para respirar.
- Taquicardia, dolor en el pecho o pinchazos.
- Miedo a morirse o perder el control o volverse loco.
- Sensación de irrealidad.
- Despersonalización.
Pero cómo sé si yo sufro este
tipo de crisis. Aunque desde RH Psicólogos siempre te recomendamos que acudas
a un profesional que te pueda diagnosticar y aclarar qué es lo que te está
ocurriendo y por qué, vamos a darte una visión general para poder acercarte ésta situación y ayudar a comprender mejor a quienes lo sufren.
Tras estar expuesto a un
estímulo, ya sea pensamiento o emoción o comportamiento generado por cualquiera
de nuestros sentidos (sonido, olor, etc.) empiezas a experimentar que algo malo
te va suceder, encendiendo de esta manera la alarma de peligro y generando
algunos de los síntomas que antes hemos enumerado. Este ataque se puede
superar de diversas formas con sus respectivas consecuencias:
- Si buscamos un escape o salida
como salvavidas (que me abrace mi marido, meterme en la cama con la puerta de
la habitación cerrada) vamos hacer que en el momento que salgamos de esa zona
de confort vuelva aparecer antes o después el ataque.
- Centrarnos en el síntoma; esto puede ser a través de medicación y/o terapia. Si recurrimos a la toma de un tranquilizante conseguiremos un alivio rápido, pero esta respuesta tampoco evitará que se dé un ataque futuro. No obstante y a pesar de este contrapunto, la información, gestión y control de la sintomatología a nivel psicológico es lo primero a tratar en nuestra terapia. La información apropiada es esencial, el sujeto debe saber qué es y cómo se origina.
Estás dos alternativas expuestas hasta ahora hacen que consigamos un bienestar momentáneo, pero qué pasa cuando terminamos con esa medicación*, o tenemos que soltar nuestro salvavidas.
- Esto último nos hace considerar que es necesario añadir la búsqueda de la causa del problema en lugar de centrarnos en exclusiva en su sintomatología. Buscar sus anclajes y trabajarlos.
Qué debemos hacer cuando aparece
un ataque de ansiedad:
- Identifica los síntomas que estás teniendo y pon nombre a lo que está ocurriendo. Es decir tengo una crisis de ansiedad, y esto me genera estos síntomas (respiración rápida y superficial, sudoración, adormecimiento de las extremidades, presión en el pecho, etc.), pero estas sensaciones no son más que una exageración de reacciones corporales normales ante situaciones de miedo o estrés.
- Acepta que éstas sensaciones son sólo desagradables pero no añadas pensamientos sobre qué creo que podrá ocurrir. Si dejas de añadir pensamientos angustiosos esas sensaciones empezaran a desaparecer.
- Espera y da tiempo a que el miedo disminuya o desaparezca. Ten paciencia.
- Valora los progresos que has realizado desde que comenzó la crisis.
- Cuando te sientas mejor, comienza tu camino de manera tranquila y relajada.
No debemos olvidar que la
ansiedad es algo que padece un porcentaje elevado de la población y que se
puede superar. Si estás pasando por ello, pide ayuda a un profesional.
* En RH psicólogos
estamos de acuerdo en el tratamiento con psicofármacos, siempre recetados por un médico, ya que en algunos casos
son necesarios para llegar al equilibrio emocional que nos permitirá trabajar a
nivel psicológico.
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